AQUELLOS DIAS DE COLE

Algunas situaciones diarias le recordaban aquellos días de colegio. ¡Son como niños!, pensaba.
La responsabilidad, el compromiso se esfumaban con una sutil delicadeza, sin dejar huella de que hubieran estado presentes en alguna situación concreta por unos breves segundos.
Cuando con ese aire falsamente encantador le comunicó la mala noticia comprendió que el estribillo de aquel juego “pío, pío que yo no he sido, pío pío…!  cobraba sentido en aquel patio de colegio.
¡Esta vez vas a ser tú el que se tiene que quedar sin recreo! Te ha tocado, aunque tú no hayas sido no pasa nada, al fin y al cabo no puedo castigar a toda la clase, pero el resto tiene que ver que existe el castigo. Castigar al alumno protestón no interesaba, era mejor poner el castigo al que nunca se quejaba…
Hasta que… ¡llegó el día que explotó!, sin avisar, con esa calma meditada, y protestó razonadamente, con absoluta claridad,  verdaderamente merecía la pena el esfuerzo para sacar la mejor nota. Al menos si habían de suspenderle no quería que lo hiciesen por no haber hecho una exposición magistral.

Quedaba claro que ninguno de los responsables de aquel colegio se atrevía a afrontar el problema  en aquellos difíciles momentos, tan sólo sabían canturrear el único estribillo aprendido: ¡pío, pío… que yo no he sido, pío pío…!

EL REGALO

   -    Hola, ¿sabes cómo hemos llegado hasta aquí? 
-    No tengo ni idea. Sé que estaba todo oscuro, y que de repente me dejaron a la sombra de este árbol. 

-    Schiissss...¿oyes eso? Parecen las voces de unos críos, creo que es mejor que nos callemos, se acercan. 

-    ¡Papá, mamá! ¡venid! Ya han venido los Reyes Magos 

-    Oh! ¡Cuántos regalos! 

-    ¡Bien! ¡Es justo lo que me había pedido!  

-    Ahora me toca a mi. Espero causar tan buena impresión como el paquete de al lado. Creo que salir de la estantería de aquella tienda va a tener su recompensa. 

-    ¡No hay nada como el día de Reyes para regalar y ser regalado!

CUENTA ATRAS




Desde primera hora de la mañana había mucho movimiento. La gente había empezado a concentrarse frente a la puerta, el momento  estaba cerca y se presagiaba lo peor.

El propietario de la casa tomó el megáfono tras asomarse a la ventana y comenzó a hablar como si fuera a dar una conferencia, sus palabras nerviosas dieron pie a una lágrima que quedó congelada, como en pausa, justo en el momento en el que un coche negro enfiló la calle dirigiéndose al tumulto.

El tiempo se había agotado. Del coche bajó un abogado trajeado, ya sólo su presencia marcaba auténtica doctrina. A pesar de su aspecto impoluto su cara reflejaba claramente que le había tocado pagar el pato.

Apenas había conseguido avanzar unos pasos cuando sonó su móvil. El silencio se hizo un hueco y las caras de los presentes cambiaron de forma radical tras escuchar las palabras “desahucio paralizado”.

Palabras eje del relato: conferencia, lágrima, deshaucio, pato, doctrina