LA CAJA EQUIVOCADA



Parecía tranquilo, su rostro no reflejaba la angustia que sentía por dentro. De pronto, oyó la voz del juez indicando al abogado que era el turno del acusado. Levantó la vista y con paso lento se dirigió al estrado.
El letrado hizo su exposición y seguidamente le increpó con su batería de preguntas:
¿Se encontraba aquel día en el barco?
Su mente voló con la mirada fija en el encaje que sobresalía de las mangas del juez, y de forma automática contestó con una negativa.
Y entonces, ¿cómo se explica usted que se encontrase su  cigarrillo con su ADN en el interior de la caja?
Muy fácil, contestó, estaba en mi puesto de la feria cuando me di cuenta que una de las cajas estaba equivocada. Pensé que lo mejor era ir al puerto para devolverla y traerme la que me pertenecía. En apenas una hora ya había regresado.
Palabras eje del relato: feria, barco, acusado, cigarrillo, encaje.

A LA LUZ DE UNAS VELAS


Todo estaba oscuro, tan sólo al fondo se vislumbraba un pequeño parpadeo de luces y sombras. Parecía un rincón perfecto para venir con  tu pareja y cenar relajadamente a la insinuante luz de unas velas.

Aquel parpadeo se fundió de pronto con una luz artificial que acababa de ser encendida y que dio paso a una voz grave que afloraba en aquella estancia un tanto estrambótica.
-          “dime qué deseas, si que te lea la mano o que te eche las cartas”
De nuevo mil dudas surgieron en su cabeza. No sabía muy bien qué le había llevado hasta allí, no lograba entender si aquel sitio era el lugar adecuado que le ayudase a resolver el misterio de lo que le estaba sucediendo.
Sus labios, sin reparar en lo que su cabeza estaba dando vueltas, comenzaron a silabear una frase que ni él mismo esperaba, “no sé, tan sólo quiero conocer la verdad de lo que me está pasando”.
La luz artificial se apagó, y la voz grave intentó calmar el desasogiego que había empezado a implantarse en la estancia. “Ven, acompáñame, deja que las cartas revelen tu inquietud”.
Como hipnotizado, siguió los pasos de aquella voz, y sentó su mente y su cuerpo alrededor de una mesa camilla, que estaba decorada con una pequeña vela en el centro, era el perfecto escenario para revelar lo que él tanto había ansiado desde hacía unos días.
Su inquietud se tornó paz, y la voz tomó un montón de cartas que tras mostrarlas boca abajo en la mesa descubrirían el verdadero motivo por el cual se encontraba allí.
La luz de la velas por fin iluminó lo que realmente le había conducido hacia aquel lugar, donde él nunca hubiera imaginado que contemplaría su pasado, su presente fugaz y su inesperado futuro más inmediato.