MATANDO MOSCAS


El tiempo había transcurrido bajo aquella tarde de insoportable calor, el sudor bajaba por su cara, como una hilera de hormigas que siguen su camino.
De forma repentina se levantó con un sobresalto de su hamaca brasileña, aquella que había adquirido en su viaje a Brasil, justo donde dio comienzo su interminable pesadilla.
No sabía muy bien qué le había despertado antes de ese  impulso súbito, pero tras abrir los ojos se percató de una sombra al fondo de la habitación, con un  sombrero que ocultaba su mirada observándole fijamente.
Tras unos segundos, aquel rostro con mirada inquietante, articuló unas extrañas palabras que dejaron claro que no era un idioma entendible, al menos para él.
Parecía una lengua ancestral porque su mente no alcanzaba a entender de qué país provenía aquella voz.
Desde que volvió de Brasil siempre se despertaba de la misma forma, siempre con sudor en su rostro.
Miró hacia la ventana siguiendo el vuelo de una pequeña mosca que se posó justo en el cenicero que aún conservaba las colillas de los últimos días, y vio como un cigarro encendido humeaba al lado de todas aquellas moscas que en un ataque de ira había fulminado aquella misma mañana. Cada vez era más difícil controlarlas, porque un día tras otro, como si de una plaga se tratase, tenía que soportar una y otra vez que se posaran en la ventana como si esperasen a que ocurriera algo.
Ya no conseguía recordar aquellas agradables tardes cuando se sentaba junto a la ventana para leer un libro.
En su viaje a Brasil, además de comprar esa cómoda hamaca, también había experimentado aquella terrible sesión con un curandero, aquél al que popularmente llamaban “mata moscas”. Desde aquel momento su vida había cambiado, y sus despertares eran cada vez más extraños, como en ese instante, cuando aquel rostro por primera vez tenía presencia en su habitación, infinidad de veces lo había intuido sin conseguir verlo hasta aquella tarde. Entonces comprendió que el final estaba cerca.

EN OTRO PAIS MISMO FUTURO


La tormenta la sorprendió en medio de aquella multitud. Estaba totalmente empapada, dudaba si esperar o marcharse por donde había venido.
Su aspecto era impresentable pero debía al menos intentarlo.
Apenas tuvo tiempo de acicalarse el pelo cuando la llamaron por su apellido. Con paso inseguro se acercó al mostrador. El hombre al otro lado de la larga cola le instó para que mostrase su identificación.
Sacó una tarjeta semiarrugada de su bolso donde se apreciaba una foto de una mujer mucho más joven que su apariencia  actual.
El hombre la miró fijamente a los ojos intentando reconocerla, como si dudase.
-          Puede guardarla y por favor sitúese en la fila de la derecha. Pronto la volverán a llamar para embarcar. 

¡Llevaba tanto tiempo intentando marcharse de aquel país!
Observó a su alrededor al resto de la gente que aguardaba la fila, intentando intuir los verdaderos motivos que les habían llevado hasta allí.
Una nueva oportunidad en su vida era la esperanza de tener futuro.
Por eso fue vital haber encontrado a su ex, él tuvo que ocuparse de aquel pequeño ser que había hecho que sus vidas volvieran a reencontrarse para de nuevo volver a separarse.
Cuando le conoció por internet nunca imaginó que tras dejar su vida en Rumanía tendría que dar comienzo de nuevo en el mismo punto donde lo dejó. 

Se había criado viendo cómo su madre acompañaba a señores y tras cerrar la puerta daba placer a sus instintos más básicos.
No quiso darle a su hija la misma infancia que le había tocado vivir a ella.

Aquella casa de citas era lo único que había conocido.

A CORTO PLAZO


Sus piernas apenas le sostenían, quedaron flojas tras el mazazo de la noticia. Cuando se dispuso a salir del despacho se volvió para realizar una última pregunta
      -  ¿Cuánto tiempo? 

  - Como le he comentado no es fácil de determinar, no sabría decirle, quizás máximo un año, incluso año y medio.
Tomó el ascensor y sin darse cuenta estuvo parado sin moverse casi cinco minutos, justo cuando más ensimismado estaba la puerta se abrió de nuevo. Recordaba esa cara de la sala de espera.

La sensación de falta de aire fue liberada al llegar a la planta baja. Encaminó sus pasos hacia la calle con la amarga sensación de que su mundo se había derrumbado.

Durante la última hora su vida había dado un giro radical, tremendamente inesperado.

Mientras caminaba sin un rumbo definido, su pensamiento se centró sobre las cosas que debía hacer durante este tiempo.

Estaba tan abstraído que ni tan siquiera era consciente de que una voz que se oía a lo lejos le estaba llamando

-      ¡vamos despierta dormilón!, ya te he llamado dos veces, ¡venga! que vas a llegar tarde a tu cita.
Apenas había entreabierto sus ojos y la voz aún más cerca susurró

-          No hagas pereza, que como llegues tarde te van a dejar para el último.

Sus ojos se abrieron de repente, estaban asustados como si hubiese visto un fantasma, quería volver a dormirse, seguir soñando, temía que el despertar hiciese que ese sueño fuera un mal presagio de su realidad más corta.

Cuando regresó su cara reflejaba la angustia de lo desconocido pero no le quedaba más remedio que enfrentarse a ello.
La tristeza de abandonar su vida, mostraba una nueva realidad a corto plazo. Tener que abandonar a su mujer y a sus hijos era lo que no podía soportar.
 
¡Por fin había encontrado trabajo!

No le quedaba ninguna opción más, necesitaba trabajar aunque fuera a miles de kilómetros de distancia de los suyos. 

POR UNOS LABIOS ROJOS



Mientras tomaba el café tomó el periódico para leer las noticias, nada en profundidad, tan sólo los titulares para ponerse al día.
En cambio, al llegar a los anuncios por palabras se detuvo sin prisa a leerlos de principio a fin. Un día más el titular más importante era el de “ofertas de empleo”.
Llevaba un año sin trabajo, casi el mismo tiempo desde que se separó de su mujer, una morena exuberante que no llevó nada bien prescindir de sus caprichos después de que su marido fuese despedido.
Estaba tan concentrado que apenas se percató del murmullo exaltado que empezaba a oírse en la cafetería.
Cuando se volvió para mirar, sus ojos se abrieron  con sorpresa al ver a la morena exuberante discutiendo con el camarero porque su té estaba helado.
Se levantó pero no precisamente con la intención de acercarse a saludar, sacó unas monedas de su bolsillo y las depositó en la mesa, como si quisiera huir sin ser visto.
Justo cuando sus pasos iban a doblar la esquina de la calle, una mano golpeó su espalda, su cuerpo experimentó un escalofrío antes de girarse y darse cuenta de que la morena exuberante había salido tras él, la huída no había funcionado.
Con la cara aún más perpleja y con su boca sin articular palabra, notó cómo unos labios rojos se posaban en sus mejillas plantándole dos besos.
-    ¡Qué sorpresa no esperaba encontrarte por aquí!, te he visto salir de la cafetería y me parecías tú, pero tenía dudas, sólo te he visto cuando te marchabas. 

-    Pues yo sí que estoy sorprendido. ¡Nunca hubiera imaginado encontrarte en esta zona de la ciudad! No es para nada tu estilo, dijo él con cierto sarcasmo.

-    Tú siempre tan elocuente. No te lo vas a creer pero precisamente he venido a propósito para buscarte, alguien me dijo hace unos días que te habías mudado aquí. 

-    ¿Qué quieres? desde que nos separamos no he tenido una sola llamada de ti, supuse que habrías engañado a alguien para que atendiera todos tus caprichos. 

-    No empieces con tus impertinencias 

-    ¡Es increíble! Si es dinero lo que necesitas no vienes al sitio adecuado. Sigo sin trabajo. 

-    No, no es eso. La verdad es que estoy aquí porque quiero que me acompañes a conocer a una persona.  

-    ¡No entiendo nada! ¿a una persona? ¿para qué? 

-    Tú ven y acompáñame. 

Tras media hora sentando en el asiento del acompañante de un  coche de alta gama, el silencio era lo único que se respiraba. El coche se detuvo frente a la puerta de un lujoso hotel.
-    Buenos días. La habitación 230 por favor.
-    Aquí tiene. ¡Que tenga un buen día!
Atravesaron el largo pasillo hasta la última puerta, que se abrió tras activar la llave.
- ¡Ya hemos llegado!
No hagas ruido. Seguramente aún siga dormida. Cuando entraron al cuarto anexo, la luz tenue mostraba al fondo una especie de camita con barrotes. Su cuerpo no podía avanzar hasta el fondo de la habitación, estaba como petrificado, de repente intuyó el significado de todo aquello.