JUEGO DE NIÑOS

 
Quería seguir durmiendo, total para qué despertarse si cada día era igual al anterior y al siguiente.
En más de una ocasión se preguntaba si su vida realmente merecía la pena. Hacía tiempo que había perdido la ilusión, aquella que se había quedado postrada junto a él en aquella silla de ruedas.
Apenas tenía amigos, poco a poco habían dejado de visitarle y sus días los ocupaba frente al ordenador o la televisión. Habían transcurrido casi dos años desde el accidente pero aún seguía teniendo pesadillas, algunas noches se despertaba angustiado, tras sentir a flor de piel el ruido de aquella sierra intentando sacarle de aquel amasijo de hierros.
Su pensamiento no dejaba de machacarle que aquel juego de niños le había costado muy caro. Al menos él podía contarlo, pero a quién, si en realidad estaba solo con la única compañía de gente sin rostro, los que frecuentaban el chat, donde él por unos instantes se evadía de su realidad para soñar que podía ser otra persona.
Su verdadera realidad estaba arropada por las paredes de su casa donde parecía sentirse seguro, no le gustaba ser observado, su rostro ya no conservaba la imagen de aquellas fotos que había terminado guardando en un cajón para evitar recordar la persona que era y que ya nunca más podría ser.
La inconsciencia de la juventud tras una noche de fiesta y después de unas copas de más se había quedado olvidada en aquel tramo de la carretera.
Un  juego de niños en el que todos habían perdido.

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