POR UNOS LABIOS ROJOS



Mientras tomaba el café tomó el periódico para leer las noticias, nada en profundidad, tan sólo los titulares para ponerse al día.
En cambio, al llegar a los anuncios por palabras se detuvo sin prisa a leerlos de principio a fin. Un día más el titular más importante era el de “ofertas de empleo”.
Llevaba un año sin trabajo, casi el mismo tiempo desde que se separó de su mujer, una morena exuberante que no llevó nada bien prescindir de sus caprichos después de que su marido fuese despedido.
Estaba tan concentrado que apenas se percató del murmullo exaltado que empezaba a oírse en la cafetería.
Cuando se volvió para mirar, sus ojos se abrieron  con sorpresa al ver a la morena exuberante discutiendo con el camarero porque su té estaba helado.
Se levantó pero no precisamente con la intención de acercarse a saludar, sacó unas monedas de su bolsillo y las depositó en la mesa, como si quisiera huir sin ser visto.
Justo cuando sus pasos iban a doblar la esquina de la calle, una mano golpeó su espalda, su cuerpo experimentó un escalofrío antes de girarse y darse cuenta de que la morena exuberante había salido tras él, la huída no había funcionado.
Con la cara aún más perpleja y con su boca sin articular palabra, notó cómo unos labios rojos se posaban en sus mejillas plantándole dos besos.
-    ¡Qué sorpresa no esperaba encontrarte por aquí!, te he visto salir de la cafetería y me parecías tú, pero tenía dudas, sólo te he visto cuando te marchabas. 

-    Pues yo sí que estoy sorprendido. ¡Nunca hubiera imaginado encontrarte en esta zona de la ciudad! No es para nada tu estilo, dijo él con cierto sarcasmo.

-    Tú siempre tan elocuente. No te lo vas a creer pero precisamente he venido a propósito para buscarte, alguien me dijo hace unos días que te habías mudado aquí. 

-    ¿Qué quieres? desde que nos separamos no he tenido una sola llamada de ti, supuse que habrías engañado a alguien para que atendiera todos tus caprichos. 

-    No empieces con tus impertinencias 

-    ¡Es increíble! Si es dinero lo que necesitas no vienes al sitio adecuado. Sigo sin trabajo. 

-    No, no es eso. La verdad es que estoy aquí porque quiero que me acompañes a conocer a una persona.  

-    ¡No entiendo nada! ¿a una persona? ¿para qué? 

-    Tú ven y acompáñame. 

Tras media hora sentando en el asiento del acompañante de un  coche de alta gama, el silencio era lo único que se respiraba. El coche se detuvo frente a la puerta de un lujoso hotel.
-    Buenos días. La habitación 230 por favor.
-    Aquí tiene. ¡Que tenga un buen día!
Atravesaron el largo pasillo hasta la última puerta, que se abrió tras activar la llave.
- ¡Ya hemos llegado!
No hagas ruido. Seguramente aún siga dormida. Cuando entraron al cuarto anexo, la luz tenue mostraba al fondo una especie de camita con barrotes. Su cuerpo no podía avanzar hasta el fondo de la habitación, estaba como petrificado, de repente intuyó el significado de todo aquello.

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