EL ZUMBIDO



No podía dormir, lo había notado tan cerca, apenas hacía un segundo, que su mente ya no podía escuchar otra cosa que aquel molesto zumbido.

Era una cálida noche de verano, llevaba media hora acostada y el frágil sueño ya se había visto interrumpido.

Encendió la luz y sus ojos intentaron abrirse de par en par intentando otear y avistar aquel minúsculo insecto.

¡pobre de él si lo atrapaba! No había cosa más temida que tener que intentar volver a dormirse pensando que aquel diminuto bicho podría volver a interrumpir el dulce descanso tan necesario para volver a retomar la actividad al siguiente día.

¡ Pero nada !, del susodicho ni rastro.

No merecía la pena seguir esperando como cazador, rifle en mano, esperando su presa. El cansancio insistía en dejar la caza para otro momento. Apagó luz, encogió sus piernas de nuevo en posición fetal y puso su mente en blanco para no tener en su pensamiento aquel molesto zumbido. 

Tan sólo habían transcurrido un par de minutos y su cuerpo de nuevo enderezado se encontraba oteando otra vez las cuatro paredes de su habitación.

Había dado comienzo el reto. La misión estaba clara, acabar con el molesto zumbido ¡ al menos aquella noche !

¡ Ay… ansiado verano !, aquel que siempre nos 
recordaba que la veda un año más se había abierto.