AL RUEDO

Si aquella sentencia no le hubiese marcado su futuro nunca hubiera experimentado aquella experiencia. Después de siete años años vividos detrás de esas rejas sentía una sensación casi táctil de libertad.  Por fin había llegado el gran día que auguraba un gran comienzo en su carrera como abogado.
En su primera comparecencia en un juicio sus nervios eran como los de un profesor en su primer día de clase. El cartel pegado en la puerta tenía la tinta borrosa pero su nombre parecía resaltar como el de un actor en el estreno de su nueva película.
Al entrar en la sala su paso firme no daba muestras de ser un manojo de nervios, su mente se centró en el alegato que versaba sobre la explotación de unos chinos, que ocultos en un sótano, apenas habían visto la luz del día del país que pensaban sería su tierra prometida.
Palabras eje del relato: táctil, profesor, cartel, explotación, sentencia

CARTA DE LIBERTAD


Sentía que su mundo se había quedado reducido a aquel instante ¡el peor!
Un pensamiento había rondado su cabeza una y otra vez ¡y de repente había sucedido!
Cuando sonó el teléfono no esperaba escuchar esa voz. Intentando alargar el tiempo, atravesó el pasillo en vez de tomar el ascensor, prefería subir las escaleras.
Al llegar a la planta tuvo que esperar unos minutos aunque para él habían parecido una eternidad. Cuando se abrió la puerta, una sonrisa fingida le saludó a su paso.
- Siéntate Alfredo, supongo que tienes una ligera idea de por qué te he llamado.
- Quizás, susurró con una voz apagada.
- Bien no quiero alargar esta situación. Como sabes, las cosas están complicadas y se están tomando una serie de medidas que no son plato de gusto para nadie.
- Lo sé, entretanto sus piernas no dejaban de moverse en un vaivén como si quisieran martillear el suelo.
- Sabía que en algún momento me llamarían, comentó casi faltándole la respiración para articular la última palabra.
- Sabes perfectamente que las circunstancias nos obligan, llevas ya muchos años con nosotros y nunca hubiera imaginado que yo mismo tendría que darte esta carta.
- Pues por favor no dilates más el tema que nos conocemos.
Tras pronunciar aquella frase, cogió la carta al tiempo que sus ojos quedaron inundados de un brillo amargo.

JUEGO DE NIÑOS

 
Quería seguir durmiendo, total para qué despertarse si cada día era igual al anterior y al siguiente.
En más de una ocasión se preguntaba si su vida realmente merecía la pena. Hacía tiempo que había perdido la ilusión, aquella que se había quedado postrada junto a él en aquella silla de ruedas.
Apenas tenía amigos, poco a poco habían dejado de visitarle y sus días los ocupaba frente al ordenador o la televisión. Habían transcurrido casi dos años desde el accidente pero aún seguía teniendo pesadillas, algunas noches se despertaba angustiado, tras sentir a flor de piel el ruido de aquella sierra intentando sacarle de aquel amasijo de hierros.
Su pensamiento no dejaba de machacarle que aquel juego de niños le había costado muy caro. Al menos él podía contarlo, pero a quién, si en realidad estaba solo con la única compañía de gente sin rostro, los que frecuentaban el chat, donde él por unos instantes se evadía de su realidad para soñar que podía ser otra persona.
Su verdadera realidad estaba arropada por las paredes de su casa donde parecía sentirse seguro, no le gustaba ser observado, su rostro ya no conservaba la imagen de aquellas fotos que había terminado guardando en un cajón para evitar recordar la persona que era y que ya nunca más podría ser.
La inconsciencia de la juventud tras una noche de fiesta y después de unas copas de más se había quedado olvidada en aquel tramo de la carretera.
Un  juego de niños en el que todos habían perdido.

LA HUELLA


Aquella mañana se levantó cansado, alargó su mano al interruptor pero la luz no se encendió y susurró ¡qué momento más inoportuno para que se funda la maldita bombilla!
Había pasado mala noche, ese terrible catarro apenas le había dejado dormir, pero debía sacar fuerzas y hacer de tripas corazón. Tan sólo faltaba una hora para asistir a la ceremonia anual del colegio de abogados donde le iban a hacer entrega de un premio por su libro “Jurisdicción al desnudo”. Su cara era todo un poema, y más que asearse parecía necesitar una reforma completa.
Minutos antes de subir los tres peldaños que separaban su asiento del escenario  miró la cicatriz de su mano y recordó a su padre, un juez de reconocido prestigio, quien le había enseñado la autoridad en sus propias carnes.
Palabras eje del relato: catarro, premio, jurisdicción, reforma, bombilla

MATANDO MOSCAS


El tiempo había transcurrido bajo aquella tarde de insoportable calor, el sudor bajaba por su cara, como una hilera de hormigas que siguen su camino.
De forma repentina se levantó con un sobresalto de su hamaca brasileña, aquella que había adquirido en su viaje a Brasil, justo donde dio comienzo su interminable pesadilla.
No sabía muy bien qué le había despertado antes de ese  impulso súbito, pero tras abrir los ojos se percató de una sombra al fondo de la habitación, con un  sombrero que ocultaba su mirada observándole fijamente.
Tras unos segundos, aquel rostro con mirada inquietante, articuló unas extrañas palabras que dejaron claro que no era un idioma entendible, al menos para él.
Parecía una lengua ancestral porque su mente no alcanzaba a entender de qué país provenía aquella voz.
Desde que volvió de Brasil siempre se despertaba de la misma forma, siempre con sudor en su rostro.
Miró hacia la ventana siguiendo el vuelo de una pequeña mosca que se posó justo en el cenicero que aún conservaba las colillas de los últimos días, y vio como un cigarro encendido humeaba al lado de todas aquellas moscas que en un ataque de ira había fulminado aquella misma mañana. Cada vez era más difícil controlarlas, porque un día tras otro, como si de una plaga se tratase, tenía que soportar una y otra vez que se posaran en la ventana como si esperasen a que ocurriera algo.
Ya no conseguía recordar aquellas agradables tardes cuando se sentaba junto a la ventana para leer un libro.
En su viaje a Brasil, además de comprar esa cómoda hamaca, también había experimentado aquella terrible sesión con un curandero, aquél al que popularmente llamaban “mata moscas”. Desde aquel momento su vida había cambiado, y sus despertares eran cada vez más extraños, como en ese instante, cuando aquel rostro por primera vez tenía presencia en su habitación, infinidad de veces lo había intuido sin conseguir verlo hasta aquella tarde. Entonces comprendió que el final estaba cerca.

EN OTRO PAIS MISMO FUTURO


La tormenta la sorprendió en medio de aquella multitud. Estaba totalmente empapada, dudaba si esperar o marcharse por donde había venido.
Su aspecto era impresentable pero debía al menos intentarlo.
Apenas tuvo tiempo de acicalarse el pelo cuando la llamaron por su apellido. Con paso inseguro se acercó al mostrador. El hombre al otro lado de la larga cola le instó para que mostrase su identificación.
Sacó una tarjeta semiarrugada de su bolso donde se apreciaba una foto de una mujer mucho más joven que su apariencia  actual.
El hombre la miró fijamente a los ojos intentando reconocerla, como si dudase.
-          Puede guardarla y por favor sitúese en la fila de la derecha. Pronto la volverán a llamar para embarcar. 

¡Llevaba tanto tiempo intentando marcharse de aquel país!
Observó a su alrededor al resto de la gente que aguardaba la fila, intentando intuir los verdaderos motivos que les habían llevado hasta allí.
Una nueva oportunidad en su vida era la esperanza de tener futuro.
Por eso fue vital haber encontrado a su ex, él tuvo que ocuparse de aquel pequeño ser que había hecho que sus vidas volvieran a reencontrarse para de nuevo volver a separarse.
Cuando le conoció por internet nunca imaginó que tras dejar su vida en Rumanía tendría que dar comienzo de nuevo en el mismo punto donde lo dejó. 

Se había criado viendo cómo su madre acompañaba a señores y tras cerrar la puerta daba placer a sus instintos más básicos.
No quiso darle a su hija la misma infancia que le había tocado vivir a ella.

Aquella casa de citas era lo único que había conocido.

A CORTO PLAZO


Sus piernas apenas le sostenían, quedaron flojas tras el mazazo de la noticia. Cuando se dispuso a salir del despacho se volvió para realizar una última pregunta
      -  ¿Cuánto tiempo? 

  - Como le he comentado no es fácil de determinar, no sabría decirle, quizás máximo un año, incluso año y medio.
Tomó el ascensor y sin darse cuenta estuvo parado sin moverse casi cinco minutos, justo cuando más ensimismado estaba la puerta se abrió de nuevo. Recordaba esa cara de la sala de espera.

La sensación de falta de aire fue liberada al llegar a la planta baja. Encaminó sus pasos hacia la calle con la amarga sensación de que su mundo se había derrumbado.

Durante la última hora su vida había dado un giro radical, tremendamente inesperado.

Mientras caminaba sin un rumbo definido, su pensamiento se centró sobre las cosas que debía hacer durante este tiempo.

Estaba tan abstraído que ni tan siquiera era consciente de que una voz que se oía a lo lejos le estaba llamando

-      ¡vamos despierta dormilón!, ya te he llamado dos veces, ¡venga! que vas a llegar tarde a tu cita.
Apenas había entreabierto sus ojos y la voz aún más cerca susurró

-          No hagas pereza, que como llegues tarde te van a dejar para el último.

Sus ojos se abrieron de repente, estaban asustados como si hubiese visto un fantasma, quería volver a dormirse, seguir soñando, temía que el despertar hiciese que ese sueño fuera un mal presagio de su realidad más corta.

Cuando regresó su cara reflejaba la angustia de lo desconocido pero no le quedaba más remedio que enfrentarse a ello.
La tristeza de abandonar su vida, mostraba una nueva realidad a corto plazo. Tener que abandonar a su mujer y a sus hijos era lo que no podía soportar.
 
¡Por fin había encontrado trabajo!

No le quedaba ninguna opción más, necesitaba trabajar aunque fuera a miles de kilómetros de distancia de los suyos. 

POR UNOS LABIOS ROJOS



Mientras tomaba el café tomó el periódico para leer las noticias, nada en profundidad, tan sólo los titulares para ponerse al día.
En cambio, al llegar a los anuncios por palabras se detuvo sin prisa a leerlos de principio a fin. Un día más el titular más importante era el de “ofertas de empleo”.
Llevaba un año sin trabajo, casi el mismo tiempo desde que se separó de su mujer, una morena exuberante que no llevó nada bien prescindir de sus caprichos después de que su marido fuese despedido.
Estaba tan concentrado que apenas se percató del murmullo exaltado que empezaba a oírse en la cafetería.
Cuando se volvió para mirar, sus ojos se abrieron  con sorpresa al ver a la morena exuberante discutiendo con el camarero porque su té estaba helado.
Se levantó pero no precisamente con la intención de acercarse a saludar, sacó unas monedas de su bolsillo y las depositó en la mesa, como si quisiera huir sin ser visto.
Justo cuando sus pasos iban a doblar la esquina de la calle, una mano golpeó su espalda, su cuerpo experimentó un escalofrío antes de girarse y darse cuenta de que la morena exuberante había salido tras él, la huída no había funcionado.
Con la cara aún más perpleja y con su boca sin articular palabra, notó cómo unos labios rojos se posaban en sus mejillas plantándole dos besos.
-    ¡Qué sorpresa no esperaba encontrarte por aquí!, te he visto salir de la cafetería y me parecías tú, pero tenía dudas, sólo te he visto cuando te marchabas. 

-    Pues yo sí que estoy sorprendido. ¡Nunca hubiera imaginado encontrarte en esta zona de la ciudad! No es para nada tu estilo, dijo él con cierto sarcasmo.

-    Tú siempre tan elocuente. No te lo vas a creer pero precisamente he venido a propósito para buscarte, alguien me dijo hace unos días que te habías mudado aquí. 

-    ¿Qué quieres? desde que nos separamos no he tenido una sola llamada de ti, supuse que habrías engañado a alguien para que atendiera todos tus caprichos. 

-    No empieces con tus impertinencias 

-    ¡Es increíble! Si es dinero lo que necesitas no vienes al sitio adecuado. Sigo sin trabajo. 

-    No, no es eso. La verdad es que estoy aquí porque quiero que me acompañes a conocer a una persona.  

-    ¡No entiendo nada! ¿a una persona? ¿para qué? 

-    Tú ven y acompáñame. 

Tras media hora sentando en el asiento del acompañante de un  coche de alta gama, el silencio era lo único que se respiraba. El coche se detuvo frente a la puerta de un lujoso hotel.
-    Buenos días. La habitación 230 por favor.
-    Aquí tiene. ¡Que tenga un buen día!
Atravesaron el largo pasillo hasta la última puerta, que se abrió tras activar la llave.
- ¡Ya hemos llegado!
No hagas ruido. Seguramente aún siga dormida. Cuando entraron al cuarto anexo, la luz tenue mostraba al fondo una especie de camita con barrotes. Su cuerpo no podía avanzar hasta el fondo de la habitación, estaba como petrificado, de repente intuyó el significado de todo aquello.

LA CAJA EQUIVOCADA



Parecía tranquilo, su rostro no reflejaba la angustia que sentía por dentro. De pronto, oyó la voz del juez indicando al abogado que era el turno del acusado. Levantó la vista y con paso lento se dirigió al estrado.
El letrado hizo su exposición y seguidamente le increpó con su batería de preguntas:
¿Se encontraba aquel día en el barco?
Su mente voló con la mirada fija en el encaje que sobresalía de las mangas del juez, y de forma automática contestó con una negativa.
Y entonces, ¿cómo se explica usted que se encontrase su  cigarrillo con su ADN en el interior de la caja?
Muy fácil, contestó, estaba en mi puesto de la feria cuando me di cuenta que una de las cajas estaba equivocada. Pensé que lo mejor era ir al puerto para devolverla y traerme la que me pertenecía. En apenas una hora ya había regresado.
Palabras eje del relato: feria, barco, acusado, cigarrillo, encaje.

A LA LUZ DE UNAS VELAS


Todo estaba oscuro, tan sólo al fondo se vislumbraba un pequeño parpadeo de luces y sombras. Parecía un rincón perfecto para venir con  tu pareja y cenar relajadamente a la insinuante luz de unas velas.

Aquel parpadeo se fundió de pronto con una luz artificial que acababa de ser encendida y que dio paso a una voz grave que afloraba en aquella estancia un tanto estrambótica.
-          “dime qué deseas, si que te lea la mano o que te eche las cartas”
De nuevo mil dudas surgieron en su cabeza. No sabía muy bien qué le había llevado hasta allí, no lograba entender si aquel sitio era el lugar adecuado que le ayudase a resolver el misterio de lo que le estaba sucediendo.
Sus labios, sin reparar en lo que su cabeza estaba dando vueltas, comenzaron a silabear una frase que ni él mismo esperaba, “no sé, tan sólo quiero conocer la verdad de lo que me está pasando”.
La luz artificial se apagó, y la voz grave intentó calmar el desasogiego que había empezado a implantarse en la estancia. “Ven, acompáñame, deja que las cartas revelen tu inquietud”.
Como hipnotizado, siguió los pasos de aquella voz, y sentó su mente y su cuerpo alrededor de una mesa camilla, que estaba decorada con una pequeña vela en el centro, era el perfecto escenario para revelar lo que él tanto había ansiado desde hacía unos días.
Su inquietud se tornó paz, y la voz tomó un montón de cartas que tras mostrarlas boca abajo en la mesa descubrirían el verdadero motivo por el cual se encontraba allí.
La luz de la velas por fin iluminó lo que realmente le había conducido hacia aquel lugar, donde él nunca hubiera imaginado que contemplaría su pasado, su presente fugaz y su inesperado futuro más inmediato.

LA MIRADA


Noté algo extraño en mi cuerpo. Me miré al espejo y entonces vi el reflejo de su mirada. Había algo en su rostro que no me gustaba. Al llegar a la estación el tren se detuvo y decidí bajarme en el último segundo, necesitaba tomar aire limpio. Respiré aliviada, atravesé el torno y salí al exterior. 


El bullicio de la calle me parecía la mejor de las sensaciones, estar en medio de tanta gente me hacía sentirme protegida, pensaba haberle despistado. Aceleré el paso sin saber muy bien dónde dirigirme, ¿qué me estaba pasando? me sentía acosada, observada.

Al cruzar la calle noté cómo me arrastraban con fuerza del brazo a la vez que el claxon de un autobús sonaba clavándose en el asfalto, caí al suelo en la acera justo en el mismo instante en el que autobús pasó a mi lado. La gente se agolpaba alrededor para ver si me encontraba bien. Aún aturdida y sin entender lo que había ocurrido volví a ver entre el tumulto el mismo rostro. Fue entonces cuando comprendí que aquella mirada me había salvado la vida de las fauces de aquel autobús. 
 
Mi “ángel de la guarda” había cobrado presencia.

Pie de acto: Noté algo extraño en mi cuerpo. Me miré al espejo y entonces vi...