Se quitó la ropa muy despacio. Al quedar desnuda frente a él se
sonrojó como una chiquilla. Era la primera vez,
su corazón estaba acelerado como si quisiera explotar.
Había pensado
muchas veces en aquel momento, y por fin había llegado. Tocó sus manos para
sentir su calor y sus rostros fundieron sus labios en un largo beso. Al
despertar junto a su lado se sintió
reconfortada. Estaba feliz.
Hoy al recordar ese momento ya no sentía ni el más mínimo cariño
por el extraño que yacía a su lado. El sufrimiento había terminado. Aquel ser
extraño ¿quién era? se preguntaba.
Con la mirada perdida se levantó, tomó el teléfono y tras marcar
dijo: “acabo de matar a mi marido”. Aquella confesión la hizo sentirse
liberada, ya nada podía ser peor. Su cárcel por fin había finalizado.
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